Durante los 80s, un recorte de prensa similar a éste recibía a los visitantes que se bajaban del Talgo en la estación del ferrocarril de Cieza. Ahora no ya casi no llega nadie a la estación, pero seguimos compitiendo por batir nuestro récord.
La singular atracción genética de los 'chitos'
por el mágico brebaje no es de ahora. Sino de siglos.
En el siglo XVI, en 1585 unas 'Ordenanzas de los
Bodegoneros' ya prohibían abrir estos comercios antes de misa, porque
"muchos dejan de oír misa y se siguen otros inconvenientes. Así lo recoge Historia
de la Excelentísima
Ciudad de Cieza, tomo III, del secretario municipal del
siglo XIX e historiador local Ramón María Capdevilla (Cieza, 2007, página 29 y
ss.).
No tienen desperdicio.
Todo esto pasaba, como suele ser, por el vil
metal. Dicen las Ordenanzas “que los dichos Bodegoneros con su codicia de su
propio interés y ganancia, las Pascuas, Domingos y Fiestas de guardar antes de la Misa Mayor dan de comer
y beber en sus bodegones, de cuya causa muchos dejan de oír misa” Por ello: “Ordenamos y mandamos que ninguno de
los dichos bodegoneros sea osado de abrir bodegón, ni dar de comer, ni beber a nadie
hasta haber tomado a alzar a Dios la campana de la Iglesia Mayor”.
Y es más. Tampoco “pueden acoger ni tener para
servicio ni en otra manera a hombres vagabundos, rufianes, o sospechosos de mal
vivir, o mujeres enamoradas, o deshonestas”.
¿Enamoradas? ¿O de fácil enamoramiento?
Y no es cosa de un día, sino que “desde primero
de marzo, hasta fin de agosto, no incurra en pena bodegonero que diere de comer
antes de Misa, atento lo mucho que importa en esta Ciudad, por el gran concurso
de trabajadores que asisten a la cría de la seda, que son cosas tan precisas
que aún en las Fiestas se permite trabajar”
Vamos, pensarán los regidores, con el capitalazo
que sale (del gusanico) de la seda, que hasta en las fiestas patronales los
tenemos trabajando, van a llegar tarde porque ya están hasta arriba de vino
mundano antes de comulgar con el vino bendito.
Pero los que trabajan no son sencillos
asalariados, pues a estos “ni les puedan comprar leña, fruta, hierba, ni otra
cosa de prendas, ni prestar dinero sobre ellas, porque el fin de esta ordenanza
es prohibir, como se prohíbe, todo género de trato y comunicación con los
dichos esclavos”.
Las ordenanzas continúan haciendo una completa
radiografía de la vida bodegonera de los ciezanos como por ejemplo, que “la
tajada de carne cocida, pese y tenga media libra y puedan llevar doce maravedís”,
“cada sardina arancada, asada o frita, dos maravedís. Que el pescado caramel, o
alacha, sardineta, toñina, bonito, melva y demás pescados frescos, dándolos
aderezados puedan ganar la cuarta parte de lo que les tuviere de costa”.
Por último añadir que estos bodegoneros sólo lo
podían dirigir hombres. Queda prohibido a las mujeres. Y lo explican. “Se ha
dado noticia que muchas veces entre año y particularmente por el tiempo de la
seda, a vuelta de mucho concurso de gente que de ordinario acude a esta ciudad,
vienen algunos hombres y mujeres de mal vivir, los cuales para cubrir sus
designios y amancebamientos, y mala vida, hacen que las dichas mujeres pongan
bodegones y casas públicas de trato, para dar de comer el tiempo que dura la
seda.” Así, juntando churras con merinas, concluyen que “ninguna mujer soltera
pueda tener ni poner bodegón ni dársele licencia para ello”