viernes, 18 de octubre de 2013

Todo por el móvil

Ya lo dijo Ortega: "yo soy yo y mis circunstancias", a lo que hoy en día habría que sumar el móvil, ese pequeño dispositivo que pasó de aparatejos con funda en el cinturón a ser prodigiosas máquinas. 

Tiene para todo.
Lo último que hago antes de cerrar los ojos (poner el despertador y dejarlo cargando). Lo primero que miro al despertar (a ver emails, RTs, whatsapp, Me gusta). Fija mi rutina con las aplicaciones del calendario. Me recuerda los cumpleaños de mis amigos. Me dice los kilómetros (velocidad, desnivel...) si salgo a correr. Pongo a Doraemon cuando mi hijo se aburre.

Su uso es perenne. Es una extensión de nuestras manos. Recientemente un magistrado de la Audiencia Provincial de Murcia lo dejó muy claro al inicio del juicio: "Móvil que suene, persona que desalojo de la sala". Hay hasta señales de circulación peatonal que recuerdan que puedes chocar si no miras al frente, pendiente de las pequeñas pantallas táctiles.

A veces me rebelo. Todo chulo me digo "ahí te quedas que esta noche ya no te recargo". Abandonado en una silla cualquiera, sin que nadie se deje iluminar por su pantalla. Pero a la mañana siguiente no piso la calle hasta que no se ha completado la carga.
Ya no sé quién trabaja para quién. Siempre voy mendigando wifi. Suplicando un enchufe donde recargar la batería.

Nos aisla de lo físico y nos acerca a encuentros digitales. Es la llave a nuestro yo virtual, pero que a la vez desconecta el yo físico, salvo para nuestros dedos pulgares, hipermusculados, que evolucionarán de forma independiente, creando una nueva línea de la Humanidad, alcanzarán la inteligencia y acabarán por desobedecernos, borrachos de poder.

Todo por el móvil.