domingo, 18 de noviembre de 2012

Peces de Colores de Raymond Chandler


Acabo de terminar Peces de colores. Lo he hecho a saltos, unas hojas en la cama, otras de pie en un descuido de mis tareas. Se lee con facilidad, es más, se relee porque de un párrafo a otro la narración avanza tan rápida como la bala disparada de un Colt.

Los que conozcan y gusten de Chandler, sabrán de su estilo duro y rápido. Hammett y él crearon al detective agresivo, malhablado y chulesco, pero resolutivo, brillante y superviviente. Aquellos que busquen en Peces de colores un relato tipo de Chandler se equivocarán.

Que se tomen su último trago y se pongan el cinturón.

El espacio menor, en su duración, hace de este relato un ejemplo de economía y maestría en el lenguaje. No hay tiempo para recrear personajes, ni largas conversaciones al calor de un vaso de whisky, sino que todo es un cruce rápido de golpes verbales y a correr que disparan.  
Sí hay tiempo y letras, las justas, para describir ambientes y lugares cuando serán importantes por el espacio o por la ambientación. No sobra nada. Ni falta.

Con frases poéticas de pura metáfora: "ella cayó de lado en un remolino de piernas sedosas". Es imposible no ver ese revuelo de piernas.

Sus doce capítulos son breves, fulgurantes, como un derechazo a la quijada. Sin perder socarronería, ni ingenio, la historia es como un coche que recorre el estrecho camino que hay sobre el acantilado, con la incertidumbre del vacío y el suspense sobre dónde irá la próxima curva. El protagonista, Carmady, tiene sus mejores momentos improvisando cuando sus instintos le indican que algo no funciona bien.  

La trama gira entorno al rescate por unas perlas robadas veinte años atrás en el tiempo de la narración. Carmady tendrá que aliarse y zafarse de otros que quieren recuperarlas. La clave será la expresión peces de colores, como una contraseña de muchos significados. Al final, son desesperados capaces de hacer cualquier cosa por unos pavos, algo, como se ve, muy actual.

EL LIBRO

El ejemplar que he usado es de segunda mano, como casi todos los libros que últimamente adquiero. A veces, como en este caso, tengo suerte. Es un pequeño librito, que entra en cualquier bolsillo para llevar y leer por ahí, coqueto, con de la serie Novela Negra, con un revólver apuntando, de portada negra, y con otra pistola por toda imagen de referencia.

Es el número 54 de una colección que debió de ser mítica. De la editorial Bruguera. Publicado en 1981. El libro comienza con unos Apuntes sobre la novela policiaca (1949), del propio Chandler, que son diez consejos imprescindibles sobre cómo debe ser (y entender) una buena novela de policías y misterios. Además de los peces.. se completa con otra obra Tiroteo en el Club Cyrano, que, sinceramente, aún no me he leído, pero pronto pondré remedio.

Si no tienes la suerte ni el tiempo para bucear en alguna tienda de libro viejo, y sí tienes 35 euros, RBA ha sacado un faraónico libro de 1100 páginas con todos los cuentos de Chandler. Es previsible que ahí estén los peces y otras delicias más.

En definita, lean, a ser posible, a Chandler, pero lean.

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