viernes, 21 de septiembre de 2012

Los altercados de la UMU ¿Dónde estaba la policía?


Ya lo dijo el rector José Antonio Cobacho en declaraciones a la prensa. No pidió presencia policial porque un acto universitario que necesite de las fuerzas de seguridad del Estado es contrario a la libertad intrínseca que conlleva la palabra universitario.

Sitúense. Viernes 21 de septiembre de 2012. Esta mañana. 11:30 horas. Acto de apertura del Curso Universitario. El denominado Comité de Resistencia contra los Recortes en la Educación Superior protesta ante las autoridades que se han dado cita.

Algunos individuos, mediante el uso de la fuerza, superando a las mínimas medidas de seguridad propias de la Universidad, acceden al recinto del acto, ocupando el escenario e impidiendo el acto, incluyendo la lección magistral del profesor de Informática Sebastián Ferrer, culpa tendría el pobre maestro, para una vez que iba a lucirse.

Repito. El rector Cobacho no pidió presencia policial porque eso sería triste

Pero, ¿por qué no estaba allí de motu propio la Policía? ¿Acaso no podían saber que, en el actual clima de agitación (dijo agitación que no violencia ni subversión, que todo se andará), y ante la consabida presencia de autoridades políticas y universitarias podía liarse parda?

La respuesta es, según fuentes de la Jefatura Superior de Murcia, que, salvo casos de alteraciones muy graves del orden (léase atentados contra la vida), las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no tienen competencia en los recintos universitarios. ¿Por qué? Pues porque son lugares autónomos, son como embajadas del conocimiento y la libertad dentro de un país, y el máximo responsable y garante de todo ello, incluida la seguridad es el Rector. Si éste solicita ayuda de fuera, vale, sino, que la libertad de cátedra, recogida en la Constitución en el artículo 20, defienda el orden Público.

Venceréis, pero no convenceréis, dijo d. Miguel de Unamuno a Millán Astray en 1936.

Personalmente, creo, entiendo y estoy sufriendo está maldita época de recortes. Protestar es el último reducto de dignidad y rebeldía que nos queda. Hay que hacerlo, siendo originales y llamativos, pero no violentos.

Protestas sí, invasiones no.

De lo contrario, la convivencia de la sociedad se deteriorará hasta límites belicosos, corrosivos para la moral de una población.

O no, puede que haya llegado ya el momento de rebasar las líneas rojas y cambiar el sistema, no desde dentro, sino tirándolo abajo. Creo que todavía no. Todavía.

Entretanto, el consejero del ramo, Constantino Sotoca, afirmó desde el Palacio de San Esteban que con estas actuaciones, no adelantamos nada, que hay que dejar que la Universidad siga su funcionamiento, ya que la Universidad es un lugar de libertad.

Para quien pueda pagarla, claro.


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